El caos es aquello que nos define, lo que la gente quiere que cambies. Por eso, cuando alguien no te comprenda, dile: Ama mi caos.
De una manera parecida a esto comienza esta novela de Albert Espinosa, no autobiográfica, pero sin duda en más de una experiencia.
Nos presenta a joven con una enfermedad terminal en fase final, un joven que no tiene a nadie más que a su familia del hospital, porque ha pasado ahí la mayor parte de su vida. No tiene nadie que le espere fuera ni ningún interés en salir, pues estar en la calle le produce más miedo a lo desconocido y ansiedad que ilusión.
De esta forma, recuerda lo que le contó uno de los numerosos compañeros que han pasado por su habitación: existe un lugar, una isla, habitada solo por gente como ellos, donde se puede ser feliz cada día. Así, decide por fin salir del hospital, coger un avión, y descubrirlo.
Un lugar increíble, sin más reglas que la que sus cinco habitantes han pactado, y un final esperanzador.
No es una de mis novelas preferidas. Es cierto que trata de dar una visión bonita de la enfermedad, hacer que esa isla sea leída como un paraíso, pero a mí me ha resultado demasiado complicado abstraerme de la realidad de lo que leía y, por lo tanto, demasiado triste.
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