Rodolfo y Anita eran dos hermanos la mar de traviesos. Sus
padres y maestros estaban desesperados porque, en el momento menos esperado, se
encontraban a los niños trepando al árbol más alto del parque, recogiendo
hormigas para organizar una carrera en el patio o haciendo avioncitos de papel
¡con el cuaderno de los deberes! Y es que Rodolfo y Anita ¡no se aburrían
nunca! Siempre estaban buscando aventuras y nuevos juegos con los que
entretenerse.
Y este fin de semana estaban más felices que nunca. Sus
padres les llevaban de acampada, y podrían dormir en una tienda de campaña como
auténticos indios y contar historias de miedo alrededor de una hoguera. Van a
ser los mejores días de su vida.
Cuando llegan a Villa Arce descubren un paisaje sin
edificios, coches ni tiendas. Todo lo que hay hasta donde les llega la vista
son árboles. ¡Parecen infinitos!
En cuanto ven un pequeño
claro la familia se dispone a montar el campamento.
- Vamos, Rodolfo, tú y yo montaremos la tienda –
le dice rápidamente su hermana.
- Vale, y después buscaremos peces en ese charco –
responde.
- Ja ja, no, hijo, ahí no vas a encontrar peces.
Cuando esté todo listo bajaremos ese camino y os enseñaremos el río, ¿de
acuerdo?
- ¡Sí! – gritan los dos hermanos.
Después de nadar, subir a los árboles, montar su primera
tienda y montar en bici, toca el turno de echar a suertes quién va a buscar
leña para la hoguera.
- Así estaremos más calentitos y seguro que no se
acerca ningún animal.
Ha salido la luna y la noche está bien entrada, pero no hay
quien duerma a Rodolfo y Anita.
- Tenemos que bailar alrededor del fuego, mamá, lo
hemos visto en las películas… - suplican.
Y así se pasan un rato, saltando y riendo llamando a los espíritus
del sueño.
De repente, se escucha un fuerte trueno que anuncia una
tormenta que no tarda en llegar. Un fuerte aguacero comienza a caer y les
obliga a entrar corriendo en la tienda.
- Vaya, hemos hecho magia. Hemos descubierto el
baile para llamar al dios del trueno – ríen los cuatro.
- Pues me parece que la lluvia no va a parar de
momento… aprovecharemos para dormir y madrugar mañana – dice el padre.
- No… aún no hemos contado historias – lloriquea Rodolfo.
- Está bien – concede su madre. – Desde aquí
dentro daremos la vuelta al mundo inventando historias. ¿Quién empieza?
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