lunes, 5 de noviembre de 2012

No me iré sin decirte adónde voy


Alan trabaja en una empresa de selección de personal, en la que no se siente valorado; además, ve como día a día se engaña a los candidatos potenciales en pro del beneficio económico de su empresa. Por si fuera poco, su novia acaba de dejarle, con lo que deja de verle sentido a su vida, y decide acabar con ella. Recuerda que leyó en alguna parte que la mejor manera de suicidarse, la que nunca falla, es tirarse desde el restaurante ubicado en el segundo piso de la Torre Eiffel, y así decide hacerlo. 
Sin embargo, justo en el momento de saltar, un hombre le reta a continuar adelante. No le pide que tome las riendas de su vida y la encauce, sino que se ofrece a ayudarle, y realizar juntos un experimento, mediante el cual él tratará de ayudarle a encontrar su camino en la vida. 

De esta forma, Alan se ve metido en una vorágine de cambios, realiza cosas que jamás se había atrevido a hacer y nos obliga a plantearnos nuestros propios límites. Se ve en situaciones que le dan miedo y le hacen encontrarse incómodo, hasta que descubre que, sorprendentemente, esa incomodidad no es más que "felicidad".

Se trata de una novela "de las que te hacen pensar". No es la mejor que he leído sobre este tema pero es cierto que, de forma fácil, sencilla y divertida, te va obligando a verte reflejado en cada página.

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