Tras las dos primeras novelas de esta trilogía de John Verdon, os dejo aquí la reseña de la última de las aventuras del detective Gurney.
Después de que hace unos meses acabara en coma, aún se resiente de las secuelas que le han quedado, físicas y, sobretodo, psicológicas. Ya no se siente invencible ni invulnerable, y quizá está perdiendo su frialdad. En medio de estos días de depresión aparece Connie, una antigua amiga periodista, para pedirle que le eche una mano asesorando a su hija. Ésta está realizando un proyecto en el que entrevista a los familiares de las seis víctimas que fallecieron hace diez años a manos del asesino en serie El Buen Pastor. A las pocas horas de charla con Kim, la autora del proyecto, se da cuenta de que ésta no busca solo su asesoramiento, sino también su protección, pues empieza a encontrarse con sucesos extraños y amenazas por parte de su exnovio.
Las amenazas aumentan, hacia Kim y hacia el propio detective y al indagar un poco en el caso del psicópata detecta que la investigación de hace diez años del FBI no fue muy profesional, pero alguien no quiere que se mueva mucho el tema. Por si fuera poco, todo se complica cuando las víctimas empiezan a aumentar: El Buen Pastor surge de nuevo.
Al más puro estilo Verdon, la novela intriga y engancha desde el comienzo hasta la última página, avanzando poco a poco junto a Gurney a través de la historia. Es cierto que, como pasaba con las dos primeras novelas, el desenlace deja un poco que desear, pues tras una trama tan bien desarrollada el final resulta un poco atropellado. Pese a ello, sin duda, muy recomendable para un rato entretenido.